CHOLULA,
GIGANTES Y XELHUAN:
EXÉGESIS DE UNA PLACA CONMEMORATIVA
El Ayuntamiento de San Pedro Cholula, en el trienio de 1993-1996,1
comisionó al muralista de la historia tlaxcalteca, al
maestro Desiderio Hernández Xochitiotzin, la
ilustración de un texto que se tituló
“Leyenda sobre la Fundación”. El texto y
la ilustración se fundieron en bronce y la placa se
colocó ceremoniosamente en los portales de la ciudad, a un
costado de la entrada del Ayuntamiento.2 La leyenda dice:
[...]
en la época del diluvio moraban sobre la tierra los
gigantes, muchos perecieron sumergidos en las aguas [...] solo siete
hermanos se salvaron en las grutas de la montaña del
Tlalocan. Xelhua, el gigante, fue al sitio que después se le
llamó Cholollan y con grandes adobes fabricados en
Tlalmanalco y conducidos de mano en mano por una fila de hombres [...]
comenzó a construir la pirámide en memoria de la
montaña en que fue salvado. Irritado Tonacatecutli, padre de
todos los dioses, que la obra amenazaba con llegar a las nubes
lanzó al fuego celeste y con una piedra en forma de sapo
mató a muchos de los constructores [...]
dispersándose los demás y no pasó
adelante la construcción [...] el monte artificial subsiste
todavía atestiguando el poder de Xelhua [...]3
La fuente de esta cita es Mariano Veytia (1717-1807),4 o más
propiamente Mariano Fernández de Echeverría y
Veytia y Edward Kinsborough (1795-1837), es decir, se trata de una
historia sobre la fundación de Cholula que estos autores del
siglo XVIII recogieron de los documentos y códices mexicanos
acopiados por Lorenzo de Boturini, después de su llegada a
México en 1735.
El grueso de la obra de Mariano Veytia es de preocupación
moral y religiosa, aunque con celo novohispano escribió
también una historia de la fundación de Puebla y
sobre la historia antigua de México. Fray Juan de
Torquemada, cuya Monarquía indiana fue publicada en 1615,
fue una fuente importante para Veytia, y Torquemada había
recurrido directamente a algunos códices mexicanos. Veytia
también debió tener acceso directo a algunos
documentos mexicanos originales de la colección de Boturini
para la elaboración de La Historia antigua de
México: es preciso recordar que entre los códices
y manuscritos acopiados por Boturini estaban incluidos no solo la
única transcripción (de Fernando de Alva
Ixtlilxóchitl, 1578-1648) de los Anales de Cuauhtitlan y La
leyenda de los Soles (1558), que dan cuenta sobre gigantes y las eras
solares en la cosmogonía mesoamericana, sino
también la Historia Tolteca Chichimeca (HTC, 1565),
documento híbrido con textos en náhuatl y
pictografías, que relata la conquista tolteca-chichimeca y
sitúa a Xelhuan, jefe de los nonoalcas, en el Valle de
Puebla.5 La versión pictográfica de Desiderio
Hernández Xochitiotzin provino, a su vez, de las
reproducciones facsimilares de la magna obra de Edward Kingsborough
Antiquities of México. Entre 1831 y 1848, Kinsborough
publicó en nueve volúmenes su versión
de la historia del México antiguo, con facsimilares de
códices mexicanos (Mendocino, Telleriano- Remensis y
Vaticano, entre otros). Los dos últimos volúmenes
se imprimieron póstumamente debido a que el autor fue
encarcelado por las deudas contraídas en la compra de papel
y murió de tifo, en una cárcel de
Dublín, a los 42 años.
Sin embargo, su obra divulgó la primera
reproducción litográfica del llamado
Códice Vaticano A, o Ríos, en la cual se alude
con un pictograma a la leyenda sobre los gigantes que crearon la
pirámide de Cholula.
Las fuentes originales de esta versión de los gigantes en la
fundación de Cholula, de Veytia, Kingsborough, y
así de D.H. Xochitiotztin y finalmente del Ayuntamiento
cholulteca en el trienio de 1993-1996, entonces, podemos remitirlas a
los códices y documentos mexicanos de la
colección de Boturini Benaduci y, en particular, al
Códice Vaticano Latino 3738, o Vaticano A, que se conserva
actualmente en la Biblioteca Apostólica Vaticana en Roma.6
El Códice Vaticano A es también conocido como el
Códice Ríos porque fue un religioso de la orden
de Santo Domingo, llamado fray Pedro de los Ríos, quien,
alrededor de 1562, lo mandó pintar a un tlacuilo
indígena en las ciudades de México y Puebla.
Algunas de las figuraciones del códice provienen de otros
códices, y ya Alexander von Humboldt había
señalado que mostraba semejanza con el Códice
Telleriano-Remensis.
Después de muchas investigaciones e intensos debates,7 hoy
se acepta que el Códice Vaticano A del padre Ríos
es una copia que Ríos mandó realizar del
Códice Telleriano Remensis. Las alusiones a Cholula y a la
región de Puebla provienen del hecho de que el padre
Ríos, antes de morir (1564-65), estuvo asignado al convento
de Santo Domingo, en Puebla, y muy probablemente algunas partes del
códice se compusieron allí.
Sin embargo, por ser copia del Telleriano-Remensis y destinado al
Vaticano, se introdujo, además de las aportaciones del
tlacuilo historiador nativo comisionado por Ríos, el
comentario de dos escribanos en italiano cuyo lenguaje
teológico y moralista no solo los delata como monjes sino
como españoles. El resultado es un documento
pictográfico híbrido que propone un conjunto de
especulaciones europeas sobre el origen de los habitantes de
Mesoamérica y que funde elementos iconográficos
occidentales con las del propio tla- cuilo-historiador
indígena y confunde, además, etapas y diversas
tradiciones culturales mesoamericanas.8 Se trata, entonces, como es el
caso con todos los códices coloniales, de una
narración histórica obtenida desde una memoria
indígena inducida por preguntas, imágenes,
predisposiciones y prejuicios de religiosos cristianos.
Estos primeros cronistas cristianos, después de una inicial
cerrazón que llevó a la destrucción de
todos los documentos pictográficos e históricos
que atesoraban la memoria de los antiguos cholultecas, comprendieron
prontamente la importancia que tenían las
imágenes para los indígenas cholultecas y
utilizaron esta disposición para convertirlos al
cristianismo. Motolinía describió, por ejemplo,
la importancia que tenían las figuraciones para lograr la
confesión de los cholultecas, y contó que
mientras estuvo en Cholula, ante tantos cholultecas que buscaron la
confesión, él prohibió se escuchara a
ninguno, si ellos no escribían sobre papel sus pecados,
“llevándolos pintados con caracteres como los que
de nosotros e confiesan por escrito”.9 Así,
promovidos, los códices como el Telleriano-Remensis y el
Vaticano A narraron la zaga de Xelhuan y los gigantes en Cholula no
solo con el lenguaje cristiano sino con una secuencia espacial
occidental que distorsionó esencialmente la
cosmovisión religiosa de los cholultecas
prehispánicos.
En cuanto al origen antiguo de Cholula en los mitos
cosmogónicos mesoamericanos, el Códice Vaticano A
ubica a la ciudad en la edad del Chalchiuhtlicue, del primer Sol, es
decir, en el comienzo mismo del tiempo cósmico y sagrado de
Mesoamérica; se trata de una era solar que concluye por un
diluvio y que, con variantes, viene narrada en otras fuentes
coloniales:
[...]
esta era la primera edad que ellos dicen, en la cual reinó
el agua hasta que vino a destruir al mundo que habían
multiplicado aquellos dos primeros hombres que el principio
tenían aquel gran señor trino. Según
su cuenta, aquella edad duró cuatro mil y ocho
años, y cuando vino este gran diluvio dicen que los hombres
se transformaron en peces y los peces grandes ellos los llaman
tlacamichin, que quiere decir hombre pez. Dicen los más
ancianos de México que escaparon de este diluvio: un solo
hombre y una sola mujer, de los cuales después fue
multiplicado el género humano. El árbol en que se
escaparon llaman aueuete; y dicen que vino este diluvio en la letra
diez, según su computación, que ellos representan
con el mismo signo del agua, el cual, para mayor claridad, meteremos en
su calendario. Durante la primera edad dicen que no comían
pan, salvo cierto género de maíz silvestre que se
dice atzitziutli. Llamaron a esta primera edad conitzal [...] lo que
quiere decir “cabeza blanca” [...].
Y seguidamente introduce dentro de la era mítica y antigua
de gigantes, el nombre de un “capitán”
Xelhua que la Historia Tolteca Chichimeca (1545-1565) nos dice fue el
gobernante de los nonoalca-chichimecas. La HTC explica que
después de la caída de Tula, en un año
1 tecpal, es decir, en 1116, Xelhua emigra con su pueblo a la
región de Tehuacán- Teotitlán y
Coztcatlán. El Códice Ríos lo describe
así:
[...]
Otros dicen que no sólo escaparon de este diluvio aquellos
dos del árbol, sino que otros siete quedaron escondidos en
ciertas grutas y que, pasado el diluvio, salieron y repararon
(repoblaron) el mundo repartiéndose por él, y
aquellos que después los sucedieron adorábanlos
como dioses, cada uno en su nación. Así los
tepanecas adoraban a uno que se decía Ueueteotl, y los
chichimecas a Quetzalcóatl y los coluas a Ciuacouatl, porque
de ellos salieron sus generaciones, y por eso tomaban muy en cuenta el
linaje, y donde se encontraban decían: “yo soy de
tal linaje” y a aquel primer fundador suyo le adoraban y le
hacían sacrificios y decían que aquel era el
corazón del pueblo [...].
[...] Hubo, en esta primera edad, gigantes en este país, a
los que llamaron tzocuilicxe que de tan desmesurada grandeza que
refiere un religioso de la orden de Santo Domingo, llamado fray Pedro
de Ríos, quien es el que recopiló la mayor parte
de esta pintura, que vio con sus propios ojos un diente molar de la
boca de uno de ellos, que encontraron los indios de Amecamecan andando
adornando las calles de México en al año de 1556
[...] Uno de aquellos siete, que dicen haber escapado del diluvio,
dicen que multiplicándose [...] se fue a Cholula y
ahí comenzó edificar una torre que es aquella de
la cual ahora aparece la base de ladrillos. El nombre de este
capitán era Xelua. La edificaba para, en caso de venir el
diluvio otra vez, poder escapar en ella. La base tiene 1800 pies de
largo. Y estando ya en gran altura, cayó del cielo un rayo y
la destruyó matando mucha gente. Y por ese temor los
mexicanos, de quienes era patrón un tal Uemac
(¿?), deliberaron juntos para pedir consejo a su dios [...]
el cual les ordenó que ayunaran ocho años [...] Y
testimoniaron el ayuno [...] la tierra los tragó. Y los que
quedaron han profetizado la destrucción de Tula, que vino
poco después [...].
Aclarando de paso la participación del propio fray
Ríos en la propagación de lo que debió
ser un mito indígena muy antiguo sobre los gigantes en los
tiempos del primer Sol (viene contado también en los Anales
de Cuautitlan, por ejemplo) pero situando a estos gigantes como
vasallos de un “capitán” Xelua, en
Cholula.
Debemos a Paul Kirchhoff10 el primer estudio comparativo de fuentes
coloniales tempranas que aclaró finalmente las confusiones
que el Códice Ríos introdujo y propagó
sobre la presencia del “capitán Xelhuan”
en Cholula así como de algunos otros aspectos de su historia
antigua cholulteca. Los nonoalca-chichimecas de Xelhuan en la Historia
Tolteca Chichimeca, como lo hizo notar Paul Kirchhoff, fueron uno entre
siete pueblos chichimecas, y Xelhuan es uno entre los cuatro
gobernantes nonoalcas (Ueuetzin, Quauhtzin, Citlalmacuetzin son los
otros), que emigraron desde Tula hacia el Valle de Puebla a principios
del siglo XII. La HTC refirió que por instigación
del sacerdote gobernante Huemac, los nonualcas emigraron quince
años antes que los tolteca chichimeca a Cholula (quienes, a
su vez, arribaron a Cholula en 1168 en una zaga migratoria que
duró más o menos 36 años). A este
mismo grupo étnico y al mismo acontecimiento se
refirió también fray Toribio de
Motolinía en sus Memoriales (1543):
[...]
dicen que estos indios de la Nueva España traen principio de
un pueblo llamado Chicomoztoc que en nuestra lengua castellana quiere
decir “siete cuevas”. Comienza a contar de un
anciano viejo de que ellos toman principio llamado por nombre
Iztacmicoatl. Este de su mujer llamada Ilancueitl hobo seis hijos. El
primero llamaron Gelhua [...] o Xelua [...] este pobló a
Cuauhquechulan (Huaquechula) y a Itzucan (Izúcar), Tzepatlan
(Epatlán), Teopantlan y después a Teoacan
(Tehuacán), Cuzcatlan (Cozcatlán), Teutitlan
(Teotitlán), etc. [...].11
La ruta de emigración de los nonoalcas chichimecas la
trazó Paul Kirchhoff desde varias fuentes y así
se pudo establecer que pasaron de Tula a Cuernavaca,
Tepoztlán, Amecameca, Quauhtinchan, Huaquechula,
Tehuacán y por la mixteca chocho-popoloca hasta
Teotitlán en la región mazateca: en total, 76
lugares que llegaron a constituir un amplio territorio conquistado y
poblado por los nonoalca-chichimecas de la avanzada de Xelhuan. Sin
embargo, según lo anotó Kirchhoff, ninguna fuente
menciona que Xelhuan se detuvo en Cholula salvo el Códice
Vaticano A, que lo ubica como constructor de la pirámide en
Cholula en la improbable fecha de 1194. Solo un gobernante de un
subgrupo nonoalca que participó en la conquista de Chalco
quedó registrado en un documento de Quauhtinchan como un
nonoalca que encontró su muerte en Cholollan en un
año 6 tochtli y la HTC lo identifica como Timal, un apellido
que aún se preserva en varias familias del barrio de
Santiago en la Cholula actual. Esto podría indicar que
algunos subgrupos nonoalcas se detuvieron en Cholollan e incluso se
quedaron a residir aquí, pero todos ellos llegaron, a
comienzos del siglo XII, a una ciudad cuyo centro ceremonial, es decir
su pirámide, llevaba ya muchos siglos de haberse erigido.
Xelhuan no fue, entonces, un “capitán”,
como narra la leyenda de Veytia en la placa “conmemorativa de
su fundación” en Cholula, siguiendo el
Códice Ríos; menos aún el constructor
de la pirámide cholulteca, y con seguridad este guerrero
nonoalca chichimeca que la HTC dice murió en el camino,
quien tuvo una estatura normal, nunca estuvo en la gran Cholollan.
En las tradiciones orales de los barrios de Cholula, sin embargo, desde
una memoria promovida históricamente por las
enseñanzas de los frailes franciscanos y el clero regular y
sobre la cual ha insistido el Ayuntamiento del trienio 1993- 1996, que
colocó una placa alusiva, se insiste en atribuirle a un
“capitán” y a
“gigantes” antiguos el momento de la
fundación de su ciudad. Las diversas tradiciones orales
generalmente ya no recuerdan ni concuerdan en el nombre del guerrero
fundador, pero existen varias versiones, en diversos barrios, sobre los
huesos de gigantes, siempre descritos como de
“gentiles”, que continúan apareciendo,
casi de manera idéntica a como se le apareció ese
molar al propio padre Ríos en Amecameca, en 1556
(según el Códice Vaticano A).12 La
periodización cosmológica del mundo mesoamericano
del Códice Ríos (que se cuenta con variantes en
varias tradiciones y códices coloniales), con sus ideas
semejantes sobre un gran diluvio al inicio y los cuatro soles o edades
(cada uno con un dios reinante, una o dos características
específicas y un cataclismo que lo clausura), pertenece a
los mitos más antiguos y de larga duración de la
historia mesoamericana.
Quizás porque está estructurado y tiene una
estrecha relación con los ciclos agrícolas, su
función sagrada y de cohesión o identidad
cultural perduró incluso entre tradiciones actuales de
culturas indígenas de México.13 Sin embargo, cada
grupo cultural, en este proceso de integrar sistemas
ideológicos heterogéneos de larga
duración histórica, a lo largo y ancho del
territorio mesoamericano, debió introducir sus aportaciones
específicas al mito cosmogónico. La
alusión a Cholula en varias fuentes tempranas demuestra no
solo que los cholultecas están entre los primeros pueblos
mesoamericanos, sino también habla de su centralidad en los
relatos fundacionales de las culturas del altiplano. La historia
antigua de Cholula, como lo demuestra y lo deforma el Códice
Ríos, pertenece (en palabras compuestas entre Miguel
León Portilla y Alfredo López Austin) a
“la trama y la urdimbre [...] de los relatos fundacionales
que constituyen con cierta homogeneidad subyacente [...] ‘el
texto ’ primordial de Mesoamérica”.14 Es
muy probable que en Cholula o sus alrededores, el padre Ríos
pudo haber recogido una tradición específica que
atestiguó de la presencia de gigantes en el momento inicial
y sagrado del nacimiento de las culturas y los hombres en esta
región. La presencia de los gigantes en el mito
cosmogónico, durante la era que concluye con el diluvio, se
repite en códices prehispánicos y coloniales,15
aunque en el Códice Ríos los gigantes
están situados expresamente en Cholula y confundidos, a su
vez, con la migración nonoalca de la HTC muy posterior.16
Como ya lo comenté, El Códice Ríos o
Vaticano A es un documento híbrido, con pictogramas
elaborados desde la tradición indígena del
tlacuilo-historiador y con representaciones que
estilísticamente provienen de Europa. Lo que es importante
para dilucidar su referencia a los gigantes en Cholula, en tiempos
primigenios de Mesoamérica, es que si bien en esta primera
edad de Chachiuhtlicue, la diosa de los lagos y ríos que
arrasa con el mundo y los hombres con un gran torrente pluvial,
está dibujada dentro de la tradición
estilística mesoamericana y tenemos referencias a su
importancia en esta región desde otras fuentes, el gigante,
pintado a sus pies en el Códice Ríos,
está trazado al estilo europeo. A un lado de su figura se
escribió en náhuatl la palabra
“tzocuillicxeque”, que Luis Reyes García
traduce como “los que tienen tres pies” e
identifica con la tradición nahua de aquellos seres de la
época oscura primordial. Y al otro lado de la figura, el
texto en italiano, dice “como gigante”. Todo ello
nos hace suponer que el tlacuilo indígena no tuvo
conocimiento de una tradición pictórica propia
para rendir la leyenda de los gigantes en Cholula dentro de una
estilística mesoamericana. Sin embargo, se vio compelido a
representarla, quizá, porque el padre Ríos
había sabido de su existencia por tradiciones orales en la
región y se ocupó incluso de reunir pruebas
físicas para el Virrey de la presencia de estos gigantes en
el valle poblano con un molar que desenterró en 1556, en
Amecameca.
Si el mito del origen de los hombres en la cosmovisión
mesoamericana tenía ubicado o no a los gigantes
específicamente en Cholula, en los tiempos primordiales; si
existie- ron códices que atesoraron esa memoria pero la
tradición del tlacuilo que pintó el
Códice Vaticano A no los conoció, es solo uno de
los muchos aspectos de la historia antigua y del lugar que Cholula
ocupó en el universo mítico mesoamericano que
permanecen todavía en el misterio.
La investigación arqueológica, sin embargo, nos
ha podido situar a Cholula, como lo indican los mitos fundacionales de
las eras solares, entre los primeros centros habitacionales urbanos
mesoamericanos; es decir, como una de las ciudades matrices cuyas
tradiciones contribuyeron y participaron del conjunto de creaciones y
mitos toltecas según serán narrados por los
nahuas en el momento de la conquista y destrucción de
Mesoamérica. Cholula surgió, efectivamente,
cronológicamente, en los tiempos originales de
Mesoamérica. Y persistió como una ciudad viva,
hasta el presente, cuando todas las demás ciudades
contemporáneas se extinguieron.
CHOLULA: UNA INIMAGINABLE ANTIGÜEDAD
La arqueología nos demuestra que Cholula es el resultado de
un prolongadísimo proceso civilizador: durante milenios se
desarrolló a partir de la intervención de
múltiples pueblos, con diversas culturas y lenguas, en un
vasto valle al oriente de las cordilleras volcánicas y de la
cuenca de México en el altiplano mesoamericano.
El desarrollo humano arcaico en este valle poblano tlaxcalteca tiene
evidencia de presencia humana que data de por lo menos 20,000
años a.C., y Cholula está entre sus
más antiguos centros urbanos. Aquí, hombres y
mujeres se asentaron, primero como recolectores y cazadores,
después domesticaron el maíz, perfeccionando con
el tiempo las técnicas del cultivo y del riego hasta la
aparición de los primeros grandes centros ceremoniales en el
periodo preclásico temprano (1500 a 400 a.C.).
Para tener una idea de la antigüedad de los hombres y sus
culturas en este valle basta recordar que: • Al margen del
antiguo cauce del río Atoyac, arqueólogos
encontraron evidencia de una ocupación humana que se
inició en 7000 a.C. y que en sus dos primeras fases
abarcó un tiempo de ocupación de más
de 4500 años.17 • Una veintena de plantas y
árboles frutales (chile, calabaza, aguacate,
maíz, amaranto y algodón) fueron especies
identificadas y algunas domesticadas en arcaicos cultivos, entre 6000 y
7000 a.C., en el valle de Tehuacán.18 • Existen
evidencias arqueológicas que demuestran que 3000 a.C., las
culturas del valle poblano tlaxcalteca ya encorralaban al perro (Cannis
familiaris) como alimento; entre 1600 a 1200 a.C. (cultura
Tzompantepec), en áreas circundantes a Cholula
así como en otras regiones del valle, existieron
núcleos de población sedentarios, con
prácticas agrícolas y sistemas de riego
incipiente así como cultos religiosos complejos.19
Si se piensa en Cholula únicamente en el periodo
clásico (200-800 d.C.), es decir, en el momento del auge y
declive de Teotihuacan, como ya lo han advertido otros
investigadores,20 se elimina la contribución
histórica milenaria del alto desarrollo humano y cultural
alcanzado en el valle poblano tlaxcalteca con anterioridad.21 Los
materiales cerámicos de la fase más antigua
(Tzompantepec, 1600-1200 a.C.) en el valle poblano tlaxcalteca
atestiguan de esta contribución: la confluencia de las
culturas del Golfo y de otros centros culturales en Chiapas y Guatemala
hacia el valle son notables; en la fase Tlatempa (1200 a.C.- 800 d.C)
la cultura olmeca se reconoce en dos villas (y en seis asentamientos en
total) clasificando al valle dentro del horizonte cultural olmeca; un
horizonte cultural propiamente del altiplano se muestra muy
tempranamente, entre 800 y 400 a.C., en aldeas y villas; y un notable
desarrollo cultural religioso que los arqueólogos
describieron como “culto al tejón” o a
algún animal similar por la presencia de incensarios y
figurillas de barro, es detectado. En este periodo (y de manera notable
en la fase Texcoloc, 800-350 a.C.) se multiplican los centros
© Adriana Zehbrauskas, Oaxaca, México, 1997.
© ceremoniales que dan muestra de una cultura religiosa y
cívica más estructurada en las inmediaciones y en
Cholula: pueblos que debieron contar ya con una teocracia incipiente,
es decir, con sacerdotes-gobernantes asociados al incremento
demográfico y a una creciente urbanización, con
plazas, centros cívicos, plataformas y templos.22 De manera
importante la explotación del maguey y del quiote se
multiplicó en el valle: se han descubierto hornos
construidos de manera central en los pueblos, al grado de que algunos
arqueólogos consideran que la vida en el valle
“giró en torno a ellos”.23 Entre 600 y
300 a.C. tenemos, en la inmediaciones de Cholula, poblados
cívico-religiosos con estructuras arquitectónicas
que alcanzan quince o más metros de altura, estructuras
estucadas, la presencia de panteones sagrados y áreas de
juego de pelota que rápidamente se reprodujeron en otros
centros cívico-religiosos del valle. Los
arqueólogos encontraron también una notable
influencia de culturas del Occidente en el valle, que se sobreponen o
se funden con aportaciones del Golfo, sur y sureste de
Mesoamérica.
Este es el periodo del auge del comercio y, por consecuencia, de un
sector comercial que se ve fortalecido por el otro desarrollo
cívico importante, en la cuenca del Valle de
México, del otro lado de la cordillera volcánica.
Una cultura denominada “proto Teotihuacan”
ocupará a partir de entonces espacios en el norte y el oeste
de Tlaxcala, y coincide en tiempo (alrededor de 600 a.C.) con la
creciente nucleación poblacional en torno a Cholula. Al
mismo tiempo Adriana Zehbrauskas, Oaxaca, México, 1997.
que otros centros cívico-religiosos en el valle son
abandonados o se despueblan en favor de Cholula (entre 300 y el inicio
de la era cristiana), entramos en la fase que los
arqueólogos llaman “proto Cholula”: de
una pequeña villa, Cholula se transforma
rápidamente en una enorme ciudad.24 “La
Conejera”, como fue bautizada por los arqueólogos
del proyecto INAH en 1970, es la estructura piramidada más
antigua del centro ceremonial cholulteca: data de aproximadamente 200-
100 a.C. Un entierro, de un hombre de 18 a 20 años, con
deformación craneal, que fue encontrado en su interior,25
demuestra la influencia de prácticas mortuorias de las
culturas olmeca del Golfo y del sureste de México aunque,
también, por los adosamientos posteriores, de la
relación que Cholula tendrá, a partir de
entonces, con las culturas de la cuenca del Valle de México,
es decir, Teotihuacan. El alto desarrollo cultural de las culturas del
valle poblano tlaxcalteca, sin embargo, dejó sus huellas en
la Conejera: justo antes del adosamiento (entre 200- 350 a.C.) de
tableros que la asemeja y la distingue de monumentos teotihuacanos, hay
indicios de que este templo fue abandonado y sellado con tierra. Se
trata del aporte cultural de una historia antigua, exhibida por la
clara separación entre los vestigios preclásicos
de los primeros pobladores de Cholula y los adosamientos teotihuacanos
posteriores, que indican el alto desarrollo independiente de las
culturas del valle poblano tlaxcalteca y de Cholula, a los cuales nos
referimos escasamente.26 Cholula no comienza entonces con
Teotihuacan,27 aunque fue en el horizonte clásico, al quedar
todas las culturas © Adriana Zehbrauskas, Juazeiro do Norte,
Brasil, 1998.
del altiplano subordinadas a su enorme poderío, entre 200-
800 d.C., cuando se convirtió en la gran urbe comercial, la
ciudad sagrada comercial, como la llamó Paul Kirchhoff.28 La
investigación arqueológica y la
clasificación de su cerámica dio cuenta del
intenso comercio mesoamericano que se organizó desde la
ciudad: mercancías traídas del más
remoto sureste y sur de Mesoamérica, desde las costas del
Golfo, desde y hacia el noroeste, llegan a Teotihuacan y a otras
ciudades desde Cholula. La afluencia y la intensificación de
los contactos con los pueblos de la costa del Golfo y la Huasteca son
también notables a lo largo de este periodo y
tendrán, presumiblemente, importancia en la
adopción, en el periodo postclásico (900-1500
d.C.), del dios Quetzalcóatl- Ehécatl, el que
barre los vientos, como deidad tutelar de la ciudad y sus habitantes.
Dos serpientes emplumadas labradas en el canto de una piedra, por
influencia de las culturas olmeca o por vía de
Teotihuacan,29 tres estelas con cenefas serpentinas similares a la de
Tajín, Veracruz, decoraciones con barras, trenzados y
estrellas de mar policromadas, se descubren en los adosamientos
posteriores hechos a la Conejera (entre 300-400 d.C.) y fortalecen la
presunción de la relación de la sierpe con el
agua celeste y terrenal y, si Teotihuacan es alguna
indicación, con las instituciones y poderes
políticos que reinaron entonces sobre la ciudad.30 La
investigación arqueológica también
descubre enterramientos rituales y evidencias de sacrificios humanos,
algunos infantiles, que apuntan a un culto cholulteca, temprano, a los
númenes de la lluvia.31 Se descubre también la
orientación © Adriana Zehbrauskas, Oaxaca,
México, 1997.
de la pirámide de Cholula que se desvía 26 grados
Este a Sur, en dirección a la salida del Sol durante el
solsticio de invierno, y 26 grados Oeste a Norte, hacia la puesta del
sol en el solsticio de verano, así como estructuras
escalonadas que dan cuenta de precisas observaciones
astronómicas y calendáricas en su arquitectura
monumental.32 Al periodo entre 200 y 350 d.C. corresponden
también los adosamientos a la pirámide de
decoraciones policromadas, decoraciones descritas como
“insectos” que dan la impresión de ser
cráneos humanos y que se despliegan horizontalmente como
sucede con decoraciones en el Templo de la Serpiente Emplumada de
Teotihuacan. Y también el mural policromado llamado de Los
bebedores: unos personajes que llevan puestos únicamente un
máxtlatl o braguero, algunos con tocados de tela y de plumas
mientras otros, notablemente, portan una máscara de un
animal; sobre los cuales una investigadora concluyó:
[...]
en los sitios que poseen pintura mural que han sido estudiados por el
grupo de especialistas del proyecto La Pintura Mural
Prehispánica en México, nunca hemos encontrado
nada similar a lo largo de los siglos de la historia mesoamericana.33
Es paradójico que toda descripción o
explicación posible de esta antigua historia
arqueológica cholulteca debe partir de documentos escritos y
pictográficos correspondientes a culturas distintas y a
muchos siglos posteriores. Ello induce a equívocos y
errores: cualquier explicación de sus significados
tempranos, no hay que olvidarlo, solo puede ser una
interpretación probable. La sierpe, por ejemplo, tiene una
antigua representación (1150-500 a.C.) y su culto evoluciona
con diversas simbolizaciones y múltiples significados en
Mesoamérica: asociada a la tierra y al agua, con el ciclo de
crecimiento del maíz, se escurre en la profundidades y se
alza en un vuelo estelar, posiblemente después del
clásico temprano (alrededor de 200 d.C.), cuando adquiere
plumas del quetzal, hasta que, a finales del clásico (entre
800 y 900 d.C.), su naturaleza divina aparece encarnada en los
gobernantes que asumieron sus atributos, promovieron su culto y se
sirvieron de su poder mítico para dar abolengo y legitimidad
a ciertas dinastías toltecas.
Si consideramos que todavía no hay certezas acerca del
lenguaje que se habló en Teotihuacan,34 si consideramos que
la Tula mítica, el gran hervidero cultural desde el cual se
diseminaron las tradiciones culturales de Mesoamérica es
todavía una discusión abierta y que no tenemos
conocimientos de las lenguas, es decir la procedencia
étnica,35 ni de los atributos específicos de
estas tempranas deidades, cuando la sierpe y los entierros con
sacrificios rituales hacen su aparición en Cholula, solo
podemos concluir, como lo hizo Paul Kirchhoff en 1962, que toda la
historia antigua cholulteca –arqueología,
historia, etnología– permanece, aún, en
la etapa de ser investigada y descubierta.
N O T A S
1 Presidido por el doctor Alfredo Toxqui Fernández de Lara.
2 Conjuntamente con el develamiento de la placa, se publicó
un pequeño folleto conmemorativo: Comentarios en torno a los
caídos en la ciudad sagrada de Cholula. Allí se
especifica que Xelhuan, hijo de “Iztacmixcóhuatl e
Ilancuey”, llegó a Cholula en el año
3079. La fuente de este cálculo es Manuel Orozco y Berra,
Historia antigua y de la conquista de México,
Porrúa, 4 vol., 1960. Mariano Veytia da el año
3979 para la estancia de Xelhuan en Cholula. Un breviario escolar,
publicado en Puebla, de Félix Angulo Castaño:
Cholula, cien notas de información general, Puebla, 1963,
debió ser la fuente inmediata de toda esta
narración. En el folleto conmemorativo, a modo de
epígrafe, se dice: “Los historiadores no juzgan,
analizan. Los humanistas y los políticos, hacen el papel de
jueces para crear otra Historia” (el énfasis es
mío). Se promovieron en este trienio municipal (no hay
precedente en ningún otro) también otras y
diversas publicaciones sobre la historia de Cholula. Para ello
quedó integrado un consejo editorial: Pbro. Lic. Rafael
Amador Tapia Zúñiga (cura párroco de
Cholula); Presidente Municipal, Dr.
Alfredo Toxqui Fernández de Lara; Lic. Ramón
Reyes Almazán; C.P. Alejandro Velásquez Amescua;
Marciana Martínez Vela; Lic. Gloria Patricia Rojas
Vázquez; C.P.A. Ángel Bravo Colombo; L.T.
María Guadalupe Galindo Vega; D.G. Laura Enciso Rojas. Toda
esta “historia nueva” promovida desde el
Ayuntamiento en este trienio, sobre todo con la publicación
de textos sin comentarios críticos y la mayoría
proveniente de fuentes eclesiásticas coloniales,
debería ser, alguna vez, tema de un análisis
propio.
3 La cita completa tomada de Mariano Fernández
Echeverría y Veytia , Historia antigua de México,
es: “La leyenda cuenta que en la época del Diluvio
moraban sobre la Tierra gigantes, de los cuales muchos perecieron
sumergidos en las aguas, algunos quedaron convertidos en peces y
sólo siete hermanos se salvaron en las grutas de las
montañas de Tlaloc.
Xelhua, el gigante, fue al sitio que después se
llamó Cholula y con grandes adobes fabricados en
Tlalmanalco, otros señalan Amecameca, sitio distante, que
fueron conducidos a brazo por una fila de hombres distribuidos entre
ambos puntos, comenzó a construir la Pirámide en
memoria de la montaña en que fue salvado. Irritado,
Tonacatecuhtli, padre de todos los dioses, porque la obra amenazaba con
llegar a las nubes, lanzó fuego celeste y con una gran
piedra en forma de sapo mató a muchos de los constructores,
dispersó a los demás y no pasó
adelante la construcción”.
En resumen: Veytia afirma que la pirámide de Cholula la
construyeron los toltecas, quienes junto con xicalancas y tzapotecas,
fundaron la ciudad.
Esta edificación fue producto del temor que
provocó entre ellos la posibilidad de otro diluvio y fue
destinada a ser un observatorio. Veytia también menciona la
profecía de Quetzlacoátl quien visitó
Cholula en su camino hacia Coatzacoalcos, y dice que el observatorio
estaba dedicado a Quetzalcóatl porque
“atribuían al aire la causa de la
destrucción”. Mariano Veytia, Historia antigua de
México.
4 Mariano Fernández de Echeverría y Veytia,
nació en Puebla el 16 de julio de 1718 y fue enterrado en la
iglesia de San Francisco el 25 de febrero de 1780. En mayo de 1737
figuró como abogado de la Audiencia y en ese mismo
año viajó a Europa. En 1744, en Madrid,
conoció y asistió a Lorenzo Boturini Benaduci,
deportado a España después de que todos sus
documentos históricos le fueron confiscados en
México. La colección de documentos recopilados
por Boturini sufrió a partir de ese momento un progresivo
deterioro y, antes de 1746, cuando fue absuelto por el Consejo de
Indias, los documentos ya no estaban en su poder. Después de
1800 estos documentos mexicanos pasaron a ser propiedad de Antonio
León y Gama (1735-1802), de el padre José Antonio
Pichardo (1748?-1875) y de Veytia.
Alexander von Humboldt adquirió, en 1802, de los herederos
de León y Gama, algunos, incluyendo el llamado
Códice Boturini o Tira de Peregrinación, y los
entregó a la Biblioteca Nacional de Berlín donde
permanecen hasta hoy. Lord Edward Kinsborough (1795-1837)
incluyó facsimilares de estos documentos en su magna obra,
Antiquities of México, en 1826. La colección de
documentos de Boturini se encuentra hoy distribuida entre la Biblioteca
Nacional de Berlín, como colección Aubin-Goupil
en la Biblioteca Nacional de París, y 42 manuscritos en el
Museo Nacional de Antropología, el Archivo
Histórico del INAH y en la Biblioteca Nacional de
México. En 1768, Veytia se integró a la orden de
los Agustinos. Su Historia antigua de México
(México, 1836) se publicó en tres
volúmenes y, póstumamente, la Historia de la
fundación de la ciudad de Puebla de los Ángeles
en la Nueva España, en 1931.
5 La HTC permaneció en Quauhtinchan por lo menos hasta 1718,
y entre 1736 y 1743 pasó a ser propiedad de Lorenzo
Boturini. En 1743 le fue confiscada a Boturini y permaneció
en la Secretaría del Virreinato hasta 1830-1840. Joseph
Marius Alexis Aubin (quien vivió en México entre
1821- 1840), en 1840, la trasladó a Francia y la
vendió al anticuario Goupil en 1889. En 1898, la HTC fue
donada a la Biblioteca Nacional de París. Konrad Theodor
Preuss y Ernst Mengin la publicaron por primera vez en 1937, con el
texto en nahua y una traducción al alemán. Ver
Paul Kirchhoff, Lina Odena Güemes y Luis Reyes
García , Historia Tolteca Chichimeca, FCE, 1989. Muy
probablemente Veytia solo tuvo acceso a la versión de los
mismos hechos narrados sobre la zaga de Xelhuan por fray Toribio de
Benavente y sus Memoriales (1543), y reproducidos por fray Juan de
Torquemada en su Monarquía indiana de 1615. Torquemada
explica que tuvo acceso a los códices originales en que se
menciona la fundación de Cholula y de otras poblaciones y al
gigante Xelhuan. Es muy probable que él se
refería al Códice Ríos o Vaticano A.
La colección de los manuscritos y documentos de Veytia,
desde 1921, es parte del acervo documental de la Universidad de Texas.
El Códice Veytia titulado “ Modos que
tenían los Yndos para celebrar sus fiestas en tiempos de la
gentilidad y figuras ridículas de que se usaban. Recopiladas
a expensas y solicitud del Lizenciado don Mariano Fernández
de Echeverría y Veitia, Caballero profeso de la Orden de
Santiago que es una de las partes que debe adornar la Historia General
de la Nueva España que escribió el mismo
autor”, se encuentra en la Real Biblioteca de Madrid y
demuestra el acceso que Veytia tuvo a los códices mexicanos
de la colección de Boturini.
6 Existe una edición facsimilar con anotaciones de F.
Anders, M. Jansen y Luis Reyes García, en México,
editada por el FCE en 1996.
7 El Códice Telleriano-Remensis fue discutido en un
seminario sobre el Grupo Borgia en el verano de 1982, en Dumbarton
Oaks, Harvard University, en Washington D.C.
8 F. Anders, M. Jansen, Luis Reyes García,
Religión, costumbres e historia de los antiguos mexicanos;
libro explicativo del llamado Códice Vaticano A.
FCE, México, 1996.
9 Fray Jerónimo de Mendieta , Monarquía indiana,
Porrúa, 1970.
10 “Los pueblos de la Historia Tolteca-Chichimeca: sus
migraciones y parentescos”, en: Revista Mexicana de Estudios
Antropológicos, vol. 4, 1940, pp.
77-104. Y con la colaboración de Luis Reyes
García y Lina Odema Güemes, La Historia Tolteca
Chichimeca, FCE y Gobierno del Estado de Puebla,1989.
11 Fray Toribio de Benavente , Memoriales, UNAM, México,
1971, p. 10.
12 La versión de doña Tranquilina Pantle , del
barrio de Santiago Mixquitla, en Cholula, la recogí en el
libro “Creo para poder entender: la religiosidad popular en
los barrios de Cholula, BUAP, 2002. Ver también Ligia Rivera
Domínguez, Historia mítica de la
pirámide de Cholula, Cuadernos del ICSI, BUAP, 1998. En el
breviario escolar de Félix Angulo
Castañón, de 1963, obra ya citada,
también viene repetida la historia pero, más
importante aún, esta leyenda, a partir de entonces, se
enseñó en las escuelas de Cholula.
13 Ver la obra de Alfredo López Austin. En particular,
“La cosmovisión mesoamericana” en Temas
mesoamericanos, INAH, México,1996.
14 Miguel León Portilla, “Mitos de los
orígenes de Mesoamérica”, en
Arqueología mexicana, vol. X, núm. 56.
15 Por ejemplo Anales de Quauhtitlán y en La Historia de los
mexicanos por sus pinturas, (cuyo autor probablemente fue el
franciscano Andrés de Olmos).
16 Se trata de fuentes obtenidas por cronistas religiosos del primer
periodo colonial, con participación de un
tlacuilo-historiador indígena y de tradición
mexica tardía.
17 La bibliografía de esta investigación se
encuentra resumida y comentada por Ángel García
Cook y Leonor Merino Carrión en “ Condiciones
existentes en la región poblano-tlaxcalteca al surgimiento
de Cholula”, Notas Mesoamericanas, núm.10, UDLA,
1971.
18 Douglas S. Byrnes ed, Pre History of the Tehuacan Valley, University
of Texas Press, 1967.
19 Ángel García Cook, “Una secuencia
cultural para Tlaxcala” en Comunicaciones, Puebla, 10/19/74.
“Historia de la tecnología agrícola en
el altiplano central desde principios de la agricultura hasta el siglo
XIII”, en Historia de la agricultura, 1989, INAH.
20 J. Paddock, “Cholula en Mesoamérica”,
Notas Mesoamericanas núm. 10, UDLA, 1987, y A.
García Cook y L. Merino Carrión, op.cit.
21 Y también con posterioridad a Teotihuacan. Ver
también John Paddock (1987) para la argumentación
más sólida sobre el desarrollo independiente que
muestra Cholula con respecto de Teotihuacan en varias etapas
arqueológicas.
22 Peter Tscholl, et. al., Catálogo arqueológico
y etnohistórico de Puebla- Tlaxcala, Köln, 1977.
23 Abascal (1975) citado por A. García Cook (1987).
24 Joseph Mountjoy y David Petersen, Man and land at prehispanic
Cholula, Vanderbilt University, 1973.
25 Las obras consultadas son: Javier Romero, Estudio de los entierros
de la pirámide de Cholula, SEP, Museo Nacional de
México, 1937; Eduardo Noguera, El altar de los
cráneos esculpidos de Cholula, SEP, Departamento de
Monumentos, México, 1937; Sergio López et.al.,
“Enterramientos humanos”, Proyecto Cholula, INAH,
1970; Sergio López et. al., Costumbres funerarias y
sacrificio humano en Cholula prehispánica, UNAM, 2002; Zaid
Lagunas Rodríguez, “El uso ritual del cuerpo en el
México prehispánico”, en
Arqueología mexicana., vol. XI, núm 65, 2004.
26 Eduardo Noguera, La cerámica arqueológica de
Cholula, editorial Guarania, 1954. Ángel García
Cook, op.cit., 1989.
27 De hecho, ni termina con Teotihuacan. Ver John Paddock (1987).
28 Paul Kirchhoff, Cholula, la ciudad sagrada comercial,
inédito, 1967.
29 La evolución iconográfica de la sierpe desde
su aparición entre culturas olmecas formativas de
Mesoamérica la discute Román Piña Chan
, Quetzalcóatl: serpiente emplumada, FCE, 1977. Ver
también el número monográfico:
“La serpiente emplumada en Mesoamérica”
en Arqueología Mexicana, vol. IX, núm. 53, 2003.
La serpiente emplumada de Teotihuacan, según lo sugieren
algunos investigadores como Karl Taube, es, en este periodo del
clásico temprano, símbolo de las aguas pluviales
y las aguas que corren por la superficie terrestre. Su
característica asociación con gobernantes y la
posible confusión con Ehécatl en fuentes
coloniales es estudiada tanto por H.B. Nicholson como por E.
Florescano.
30 Karl Taube, “La serpiente emplumada en
Teotihuacan”, Arqueología Mexicana, vol. IX,
núm. 53.
31 Una publicación que resume la información
arqueológica obtenida en las investigaciones del Proyecto
Cholula (INAH-1969) sobre la pirámide es la de Sergio
Suárez y Silvia Martínez , Monografía
de Cholula, Puebla. Se trata de un pequeño folleto que tiene
la virtud de hacer accesible toda la información
técnica y cronológica de las exploraciones
arqueológicas en la gran pirámide. Fue promovido
y publicado por este mismo trienio municipal de 1993-1996 en San Pedro
Cholula.
32 Franz Tichy, “Orientación de las
pirámides e iglesias en el altiplano mexicano” en
Comunicaciones IV, Fundación Alemana para la
Investigación Científica, 1971.
33 M.A. Uriarte, “Cholula” en Pintura mural
pre-hispánica, CONACULTA, 1999.
34 Karl Taube propuso recientemente la posibilidad de que en
Teotihuacan se habló un proto náhuatl.
“The writing system of a ancient Teotihuacan” en
Ancient American, Center for ancient american studies, Washington DC,
2000.
35 Correspondiente al preclásico teotihuacano, John Padddock
prefiere la clasificación pre-urbano para Cholula y para el
valle poblano tlaxcalteca.
En este periodo el valle oaxaqueño estuvo habitado por
zapotecas: “[...] la población del Valle de Puebla
Tlaxcala, entonces, y por muchos siglos después, era del
grupo lingüístico otomangue, al que pertenecen
también los zapotecas. El término tetlamixteca
[...] se refiere a una agrupación que en sentido
lingüístico es arbitraria. Sin embargo,
geográficamente es real.
[...] mixteca, mazateca, ichcateca, chocho, popoloca, cuicateca,
chinanteca, amuzgo, triqui [...] tetlamixteca, que en
nahuátl quiere decir “cercano al
mixteca”, se designa [...] a este grupo de pueblos [...] los
nahuas llegaron a Tlaxcala y al norte del valle de Puebla entre 1210 y
1230 [...] cuando Teotihuacan ya estaba extinta [...]”
Jiménez Moreno sospecha que hubo un elemento nahua (junto
con mixtecas y chocho popolocas) entre el grupo olmeca xicalanca que
estuvo [...] en Cholula durante 500 años; [...] por lo tanto
la población del Valle de Puebla en los tiempos de
Teotihuacan era la misma que se encontraba en el Valle de
México durante al llegada de los nahua: otomí y
tetlamixteca [...]” en “Cholula en
Mesoamérica”, ibid., p. 29.
Anamaría Ashwell,
aashwell@gmail.com