Circulaciones
Pedro
Ángel Palou
García Descargar
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En
la disputa eterna entre la tradición y la
revolución –incluidos sus vastos
ejércitos–, habrá quienes recuerden a
Duchamp o a Apollinaire para decir que todo es una
recreación de lo ya hecho. Habrá
también quienes, por el contrario, afirmen la
innovación como el valor supremo y casi único en
la obra artística. Ni unos ni otros, parece contestarnos
Gerardo Suter.
En su trayectoria, ya vasta, su última
instalación, Circulaciones, teje los hilos del cuerpo, la
memoria y el tiempo. Los elementos de la trenza que nos sirven para
vivir la experiencia de su instalación, para instalarnos de
viaje, circulando, por su espacio. No nos llamemos a engaño:
su ruptura es un largo camino, los resultados de esa
búsqueda que es de vanguardia, son los logros de la madurez
de una propuesta que aunque inicia en la fotografía dialoga
con el lenguaje del video y con pistas sonoras. Se trata, pues, de una
foto/video instalación que, estoy seguro,
cambiará nuestra manera de ver, por lo que celebramos que el
Museo Amparo de Puebla haya sido el recinto que acogió,
durante los meses pasados, esta propuesta.
Desde 1978, en su primera exposición en Puebla, hasta la
realizada en la galería de la Americas Society en Nueva
York, en 1999, Suter ha sabido convivir con los espacios
museográficos y convertirlos en espacios propios,
personales. En su obra Circulaciones la ciudad será
también un cuerpo, una memoria y un tiempo, el de la total
interioridad. Cada quien circulará por su propia
instalación con los textos y pretextos de Suter. No hay
vuelta atrás, más que la oscuridad y por ello la
memoria irá haciéndose de la
superposición de imágenes y de
múltiples velos que develan lo que cada uno
experimentará ante ellos, siempre con la frase de Thomas
Mann entre ceja y ceja: "La belleza te puede perforar como el dolor".
Hay, por supuesto, un dejo de melancolía en la impresionante
sobriedad de Suter. Haces de luz que nos guían en la
memoria, nos recuerdan que estamos hechos de carne, de arena, de
tiempo. Tal vez del tiempo circular de sólo un minuto como
en la pieza de arena expuesta en la tercera sala. Una
melancolía del amor.
Kierkegaard descubre que tras la idea del amor se revela el sujeto
viviente, el hombre de carne y hueso –había
asistido en Berlín a los cursos de Schelling en la
universidad. El filósofo pronunció la palabra
favorita de Sören: realidad. El otro como presencia real,
criatura extraña, ajena y posible enemiga del yo amante. Ver
su Diario de un seductor donde propone la idea filosófica de
un don Juan reflexivo. Ir al otro para conocer su misterio: "La
conciencia aparece en él solamente bajo la forma de un
conocimiento más elevado que se expresa como quietud...
valiéndose de sus finísimas facultades
intelectuales, sabía inducir en tentación a una
joven" –Regina Olsen. Una vez develado el enigma de la amada,
la abandona porque el amor se consuma en el descubrimiento. Para
Kierkegaard el amor es sólo momentos prodigiosos, exaltados
que se agotan una vez vividos. Los ojos que miran unos ojos que
también miran. "La melancolía es una manera, por
tanto, de tener; es la manera de tener no teniendo, de poseer las cosas
por el palpitar del tiempo, por su envoltura temporal. Algo
así como una posesión de su esencia, puesto que
tenemos de ellas lo que nos falta, o sea lo que ellas son
estrictamente", dice María Zambrano.
Para mí Circulaciones es un libro. Estoy en un libro que es
un escenario abierto.
En él, como en la vida, viajo de lo público a lo
privado, de lo pedestre a lo esencial, de lo portátil a lo
denso. No es cierto. Estoy en un libro que es una biblioteca que es una
casa que es una galería de retratos que es un estadio. En
él grito, como los otros, los muchos otros que soy yo. No es
cierto. Estoy en un libro que discute con sus máscaras como
lo hacía Barthes. No es cierto. Estoy en un estadio que es
un libro y que es también una calle (los
antropólogos la llamarían calzada) donde, desde
tiempos inmemoriales, se practica el ejercicio de la
instrospección. Estoy en un libro construido con cenizas,
escrito entre los renglones de la historia, como colándose
por ellos. Estoy en un libro que es la ciudad: "Importa poco no saber
orientarse en una ciudad. Perderse, en cambio, en una ciudad como quien
se pierde en el bosque requiere aprendizaje". Requiere un
guía dispuesto, un libro, o las ruinas del libro. No es
cierto. Estoy en un libro que discute con la modernidad desde la
periferia, desde la mirada estrábica del artista
plástico latinoamericano, ex-traditado, obligado siempre a
recordar una tradición perdida, forzado a cruzar la
frontera, con un ojo puesto en la inteligencia extranjera y el otro en
las entrañas de su patria.
La obra entera de Suter es un guiño, es el gesto supremo de
la ironía. ¿Qué significa la risa en
el proyecto moderno? Baudelaire define la modernidad como lo
transitorio, lo fugaz, lo contingente. La risa irrumpe en ese escenario
con una percepción lúdica. La vida aparece como
un juego literario y el juego se transfigura en una metáfora
de la existencia. El ritmo del mundo se mide con la ironía
de lo pasajero, con la burla de lo efímero, con el humor
ante la vacilación.
La risa comunica la levedad al orden del mundo.
Italo Calvino incorpora la levedad al corpus de los conceptos
literarios.
Según su acepción, la levedad participa en un
juego de oposiciones, esgrime una resistencia al peso de vivir. Como en
la vida lo que elegimos y despreciamos por ser leve no tarda en revelar
su propio peso insostenible –dice Calvino–,
sería preciso invocar la risa. Porque el humor inyecta
levedad en las cosas. ¿La levedad de Calvino es la
transparencia de Suter?
¿Qué se entiende por la oposición
entre peso y levedad? "El peso de vivir para Kundera –explica
Calvino– está en toda forma de
constricción: la tupida red de constricciones
públicas y privadas termina por envolver toda existencia en
una trama de nudos cada vez más apretados... el humor es lo
cómico que ha perdido pesadez corpórea y pone en
duda el yo y el mundo y toda la red de relaciones que lo constituyen...
Transmite el sentido de la precariedad de los procesos que las han
creado"; para los humoristas la levedad prevalece en las relaciones
humanas y nos transmite la fugacidad de la existencia y lo contingente
de cada acto, lo pasajero y azaroso que puede ser nuestro
comportamiento.
Enrique Lynch, en su ensayo "La moral y la fábula" plantea
una duda: "¿Por qué estoy tan dispuesto a ceder
en mi autonomía moral cuando me pongo en contacto con la
literatura?" (Y nosotros agregamos, con el arte, con la obra
plástica, con la instalación, con la
fotografía, con la mirada). La fábula y la
sátira pertenecen a un género híbrido,
bifurcado entre literatura y filosofía. Los relatos o
narraciones morales que se producen en la confluencia entre un
desasosiego suscitado por el sinsentido de los valores y un anhelo para
reformar las conductas individuales. La idea de que la literatura sirve
como técnica para cambiar las conductas anima la escritura
de los moralidas. ¿En qué punto se tocan estas
dos concepciones? Fábula y sátira revierten para
moralizar. Sigue Lynch: "¿Por qué es
lícito extraer un conocimiento moral de nosotros mismos por
el mero hecho de recrear literariamente las acciones protagonizadas por
otros?"
Mejor guardo silencio y los invito a circular libremente con Gerardo
Suter por estos sus otros laberintos de la memoria, por esta
retrospectiva que publica Elementos. No será poco lo que lo
obtengamos, entonces, de enseñanza moral.
Pedro Ángel Palou García es Secretario de Cultura
del Estado de Puebla.
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